"No hay nada más bello que un amanecer visto desde los montes de Bernica. Desde allí se descubre la mitad más rica de la parte de sotavento y el mar a treinta leguas. A la derecha, al pie de la Montagne-à-Marquet, la sabana des Galets se extiende sobre una superficie de tres o cuatro leguas erizada de grandes hierbas amarillas, que surca, como una larga raya negra, el torrente que le da nombre. Cuando la claridad que anuncia la salida del sol aparece por detrás de la montaña de Saint-Denis, una orla de oro fundido corona los dentellones de los picos y destaca vivamente sobre el azul oscuro de sus masas lejanas. Luego se forma de repente en el extremo de la sabana un imperceptible punto luminoso que va agrandándose poco a poco, se desarrolla, invade toda la sabana y, como una marea resplandeciente, pasa de un salto el río de Saint-Paul, resplandece sobre los tejados pintados de la ciudad y pronto rocía toda la isla en el momento en que el sol se lanza gloriosamente por encima de las cumbres más elevadas en el azul oscuro del cielo.
Es un espectáculo sublime que he tenido ocasión de admirar con frecuencia y que se desarrolló también ante los ojos del destacamento cuando hizo su primera parada, a las seis de la mañana, sobre el picacho rojo del Bernica, a unas 1.200 toesas por encima del nivel del mar. Pero, desgraciadamente, los criollos adoptan con gusto como divisa el nil admirari [«no emocionarse por nada»] de Horacio. ¿Qué les importan las magnificencias de la naturaleza? ¿Qué el resplandor de sus noches sin igual? Esas cosas no tienen salida en las plazas comerciales de Europa; un rayo de sol no pesa lo que un fardo de azúcar, y las cuatro paredes de un almacén alegran más sus ojos que los más amplios horizontes. ¡Pobre naturaleza, admirable de fuerza y de poder! ¿Qué les importa a tus ciegos hijos tu maravillosa belleza? No la venden ni al por menor ni al por mayor, luego no sirves para nada. ¡Alimenta con sueños huecos el débil cerebro de los poetas y de los artistas! El criollo es un hombre prematuramente grave, que sólo se deja llevar por los beneficios netos y claros, por la cifra irrefutable, por los sonidos armoniosos del dinero en metálico. Después de eso, todo los demás es vano: amor, amistad, deseo de lo desconocido, inteligencia y saber; nada de eso iguala en valor a un grano de café. Y esto es aún cierto ¡oh, lector!, muy cierto y muy deplorable. Los más fríos y apáticos de los hombres han sido ubicados bajo el más espléndido y dilatado cielo del mundo, en medio del océano infinito, con el fin de que quedara constatado que el hombre de estos tiempos es el ser inmoral por excelencia. ¿Hay inmoralidad más flagrante que la indiferencia y el desprecio de la belleza? ¿Hay algo más odioso que la sequedad de corazón y la impotencia del espíritu frente a la naturaleza eterna? Yo por mi parte he pensado siempre que el hombre así constituido no es sino una monstruosa y odiosa criatura. ¿Quién librará al mundo de él?".
Charles Leconte de Lisle
Fragmento del relato " Sacatove".

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