sábado, 14 de enero de 2012

Cita de la semana





















Soberbia (fragmento)


"Stroeve dejó escapar un leve suspiro y permaneció silencioso. Soñaba con las cosas que podían haber sido y añoraba la seguridad de una vida que había despreciado.

-El mundo es duro y cruel. Nos encontramos en él sin saber por qué y vamos no sabemos dónde. Debemos avanzar por la vida tan discretamente que el hado no repare en nosotros. Hay que buscar el amor de las gentes sencillas e ignorantes. Su ignorancia es superior a toda nuestra sabiduría. No alborotemos; permanezcamos en nuestro pequeño rincón, humildes y amables como ellos. Esta es la sabiduría de la vida.

Me pareció que era su espíritu el que se expresaba así y me rebelé contra su renunciación, pero no dije nada.

-¿Qué es lo que le decidió a dedicarse a la pintura?-pregunté.
Stroeve se encogió de hombros.

-Tenía mucha facilidad para el dibujo. en el colegio obtuve algunos premios. Mi pobre madre estaba orgullosa de mí y me regaló una caja de pinturas. Enseñaba mis obras al pastor, al médico, al juez. Más tarde me mandaron a Amsterdam para ver si obtenía una beca. La conseguí. Mi madre no cabía en sí de felicidad, y, aunque sintió muchísimo que yo me marchase, sonreía, no queriendo dejar transparentar su dolor. Le entusiasmaba que su hijo fuese artista. Mis padres habían ahorrado, a costa de muchas privaciones a fin de que yo tuviese lo suficiente para vivir, y cuando se exhibió en Amsterdam mi primer cuadro, fueron a verlo en compañía de mi hermana. Mi madre lloró cuando lo vió.-Los bondadosos ojos de Stroeve brillaron-. En todas las paredes de nuestra vieja casa hay cuadros míos olocados en bellos marcos dorados.

Stroeve rebosaba de orgullo en aquel momento. Yo pensaba en las frías escenas de sus pinturas, con sus pintorescos campesinos, sus cipreses y sus olivares. Debían de ofrecer un aspecto bastante extraño, colocados en aquellos llamativos marcos, colgados de las paredes de una casa de campesinos.


-Mi madre creyó que me hacían un gran favor al permitirme que fuera un artista, pero quizá hubiese sido mejor que hubiera prevalecido la voluntad de mi padre. Yo sería ahora un honrado carpintero.

-Y puesto que ya sabe usted lo que el arte puede ofrecer, ¿cambiaría su vida? ¿No le importaría haber dejado de gozar todo el placer que el arte le ha proporcionado?

-¡El arte es la cosa más grande del mundo!- contestó después de una pausa.

Me miró pensativamente durante unos segundos. Parecía vacilar. A continuación dijo:

-¿Sabe usted que he ido a ver a Strickland?

-¿Que ha ido usted a verlo?

Me quedé atónito. Yo suponía que le sería odioso hasta pensar en él. En los labios de Stroeve se dibujó una débil sonrisa.

-Ya sabe usted que apenas tengo dignidad.

-¿Qué quiere usted decir con eso?

Y a continuación me contó una singular historia".


W. Somerset Maugham

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